sábado, 3 de noviembre de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
Caricia de otoño
Y yo soy esos castillos de arena arrollados por las olas
soy esos párpados vacíos
sosteniendo una lágrima expiatoria
soy esas hojas sepias y volátiles
reposando en el pavimento
soy un pájaro de otoño
anidando en los dorados y los cobres
soy un suspiro que se funde con la brisa
y se expande al borde tibio de tu vida
soy esa carica infinita
que abraza tus amaneceres
soy el costado invisible
de tu universo silencioso
soy un único latido
soy un solo corazón.
Elbi (Derechos reservados)
Y yo soy esos castillos de arena arrollados por las olas
soy esos párpados vacíos
sosteniendo una lágrima expiatoria
soy esas hojas sepias y volátiles
reposando en el pavimento
soy un pájaro de otoño
anidando en los dorados y los cobres
soy un suspiro que se funde con la brisa
y se expande al borde tibio de tu vida
soy esa carica infinita
que abraza tus amaneceres
soy el costado invisible
de tu universo silencioso
soy un único latido
soy un solo corazón.
Elbi (Derechos reservados)
sábado, 17 de marzo de 2012
La seducción— en En la foto Anita Ekberg.
" El hombre logra en sueños lo que no logró despierto : seducir a una mujer carnal, perfumada y esquiva.
Lo despierta un golpe en las costillas : la esposa, que duerme con él, le ha hundido el codo en el costado.
Ha soñado que el marido se ha dejado seducir por una mujer carnal, perfumada y esquiva, a quien ella no conoce "
Antonio Di Benedetto (1922-1986)
Latido otoñal
Te he visto desde mi ventana
emerger de los cerros lejanos
en forma de hojas de otoño
rozando mis hombros
y bajar como rocío de luna
hasta posarte en mi vientre.
Nadie nos vio aquella tarde
mientras el crepúsculo
caía sobre nuestro universo
y mi rostro cobraba una imagen serena
de infinito placer por la entrega
al estímulo de tus caricias de plata.
Eres mi último latido de otoño
que intenta revivir
la agonía por tu ausencia
como resucitando al recuerdo
de tus ojos en llamas
de tu voz como susurros ardientes.
Aún me llega el eco de tus palabras
cuando en la fatiga del amor
me clamabas la eternidad de esa vida
no están muertas las hojas me decías
sólo están reviviendo
como tu alma y la mía.
Elbi Merín
Fotografía Lillian Bassman
emerger de los cerros lejanos
en forma de hojas de otoño
rozando mis hombros
y bajar como rocío de luna
hasta posarte en mi vientre.
Nadie nos vio aquella tarde
mientras el crepúsculo
caía sobre nuestro universo
y mi rostro cobraba una imagen serena
de infinito placer por la entrega
al estímulo de tus caricias de plata.
Eres mi último latido de otoño
que intenta revivir
la agonía por tu ausencia
como resucitando al recuerdo
de tus ojos en llamas
de tu voz como susurros ardientes.
Aún me llega el eco de tus palabras
cuando en la fatiga del amor
me clamabas la eternidad de esa vida
no están muertas las hojas me decías
sólo están reviviendo
como tu alma y la mía.
Elbi Merín
Fotografía Lillian Bassman
lunes, 20 de febrero de 2012
Se torna difícil escribir con la misma brutalidad con que se piensa.
Se torna raro advertir los desmanes de algún término equivocado, porque la valentía de estos signos nos va proponiendo otro idioma despierto.
Pero en la brutalidad, en esa orfandad de tersura de los pensamientos, de tanto drenar el adobe corrupto de los otros, no hay salvación posible que no contenga a la muerte, que necesariamente no reanime su sopor con una parálisis perfecta, quizás un shock elertrocutor o un despiadado estrellarse de corpulencia inacabada.
La totalitaria vergüenza de estos pensamientos locos, se desenmascara sólo para proyectarlos contra las fragmentadas evoluciones de la carcaza consciente, redimiendo esa incontenible borrasca animal con un grito, una contracción del gesto teatral de la sílaba.
Veo que la brutalidad del pensamiento es tan sólo otro pensamiento que se ejecuta con violencia y perece estampado contra su propia sombra como los objetos arrasados por la bomba de Hiroshima.
Es obvia la deducción: el pensamiento animal que proyectamos es tan selecto y vigoroso, que sólo dura el instante fugaz de una mariposa concebida al azar.
Pero en el atropellado desfiladero de la mente expuesta al sufrimiento de las miserias sociales distintas -por siempre distintas sean las miserias de vivir en la poesía, de aquellas en las que vivir en la poesía representa un complot para saciar al estómago-, la soledad de estas barbaries mentales ejerce sobre el resto de los pensamientos una corriente de energía liberadora.
Por los agujeros que profanaron estos brutales delirios al detonar en su corta existencia, pasan centenares de delicadezas e hilios, y son estas prometidas certidumbres las que nos permiten iniciar y luego ahogar el verdadero diálogo con el universo.
Luis Alberto Spinetta
Se torna raro advertir los desmanes de algún término equivocado, porque la valentía de estos signos nos va proponiendo otro idioma despierto.
Pero en la brutalidad, en esa orfandad de tersura de los pensamientos, de tanto drenar el adobe corrupto de los otros, no hay salvación posible que no contenga a la muerte, que necesariamente no reanime su sopor con una parálisis perfecta, quizás un shock elertrocutor o un despiadado estrellarse de corpulencia inacabada.
La totalitaria vergüenza de estos pensamientos locos, se desenmascara sólo para proyectarlos contra las fragmentadas evoluciones de la carcaza consciente, redimiendo esa incontenible borrasca animal con un grito, una contracción del gesto teatral de la sílaba.
Veo que la brutalidad del pensamiento es tan sólo otro pensamiento que se ejecuta con violencia y perece estampado contra su propia sombra como los objetos arrasados por la bomba de Hiroshima.
Es obvia la deducción: el pensamiento animal que proyectamos es tan selecto y vigoroso, que sólo dura el instante fugaz de una mariposa concebida al azar.
Pero en el atropellado desfiladero de la mente expuesta al sufrimiento de las miserias sociales distintas -por siempre distintas sean las miserias de vivir en la poesía, de aquellas en las que vivir en la poesía representa un complot para saciar al estómago-, la soledad de estas barbaries mentales ejerce sobre el resto de los pensamientos una corriente de energía liberadora.
Por los agujeros que profanaron estos brutales delirios al detonar en su corta existencia, pasan centenares de delicadezas e hilios, y son estas prometidas certidumbres las que nos permiten iniciar y luego ahogar el verdadero diálogo con el universo.
Luis Alberto Spinetta
Si no podemos pensar por nosotros mismos, si somos incapaces de cuestionar la autoridad, somos pura masilla en manos de los que ejercen el poder. Pero si los ciudadanos reciben una adecuación y forman sus propias opiniones, los que están en el poder trabajan para nosotros. En todos los países se debería enseñar a los niños el método científico y las razones para la existencia de una Declaración de Derechos. Con ello se adquiere cierta decencia, humildad y espíritu de comunidad. En este mundo poseído por demonios que habitamos en virtud de seres humanos, quizá sea eso lo único que nos aisla de la oscuridad que nos rodea.
Carl Sagan (1934/ 1996)
Poema
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
Julio Cortázar
Fotografía Karel Balcar
miércoles, 4 de enero de 2012
Borges y yo
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por
Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un
zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su
nombre en una terna de profesores o en un diccionaio biográfico. Me gustan
los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las
etimologías, el sabor del café y la prosa de stevenson; el otro comparte esas
prefrencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un
actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me
dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me
justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas,
pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de
nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás,
yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí
podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me
consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que
todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere
ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en borges, no en mí (si es
que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o
que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de lebrarme
de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con
lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras
cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del
otro.
No sé cual de los dos escribe esta página.
Jorge Luis Borges
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